Mediante una carta pública, feministas de varios países y ámbitos, externaron su apoyo a la huelga del 8 de marzo, al tiempo que vindicaron una posición abolicionista frente a la industria del sexo.
En dicho comunicado critican la prostitución como institución patriarcal, pero además parte del capitalismo neoliberal, por aprovecharse de la feminización de la pobreza y el racismo como factores de vulnerabilidad comunes entre las mujeres dedicadas a la prostitución.
Así también, manifiestan su solidaridad con las trabajadoras del sexo y critican su criminalización, por lo que reclaman que las instituciones «diseñen y apliquen políticas públicas integrales para las mujeres que son explotadas sexualmente». El documento fue firmado por varias feministas, académicas y activistas, entre ellas, Doña Alda Facio Montejo.